viernes, 6 de febrero de 2015

LANZA Y ESCUDO

 Inspirada en la tan renombrada película, “LA GUERRA DE LAS GALAXIAS”, se cuentan las peripecias; aventuras y desventuras de unos extraplanetarios. La diferencia con el film es que nuestros personajes, sobre temas bélicos, desconocen qué es un vulgar cuchillo para pelar patatas. O sea, nada de nada; aunque en tecnología estaban tan avanzados que utilizaban la energía de los astros para sus naves y enseres domésticos. En estilo puramente cervantino, tiene 37 capítulos y unas 270 pág.

CPÍTULO IV

CAPITULO IV

-Majestad- Tomó la palabra el consejero de asuntos demográficos, todos ellos sorprendidos por la inesperada respuesta y actitud del soberano- La nueva levadura, descubierta el mes pasado por el profesor A-AB-27P-900E-25000-H-301, nos permite elevar en un dos por ciento la población de nuestro planeta; lo que, teniendo en cuenta que la actual es de mil doscientos millones de habitantes, equivaldría a veinticinco millones más de ellos.
“Esto supondría una alegría para sus Majestades si, en tres años, ya que necesitamos ese tiempo para agrandar algunos edificios con el fin de alojarles; mejorar la producción de todo tipo para dotarles de las mismas comodidades que al resto de ciudadanos, conseguiríamos que esos millones, anunciados, de nuevos seres fueran súbditos de sus Majestades...cosa que nos congratula a todos los miembros de este consejo.
-Según datos que he podido recopilar- El monarca también esgrimiendo sus argumentos- Por fuentes de información que no voy a revelar, en tiempos en que la vida era natural y sin tanto artificio; en este nuestro planeta se llegaron a albergar cerca de seis mil millones, habitaban perfectamente y sin deshacerse los codos por rozarse los unos con los otros.
“Lo que equivale, mis queridos consejeros- Aquí la sonrisa burlona del monarca volvió a florecer, con lo que aumentó el rostro de preocupación de sus asesores por la forma tan rara que tomaba su fisonomía, o algo que nunca habían visto- A que hemos retrocedido en cientos de miles de años con tanta técnica y dispuesto estoy, si mis fuerzas me llegan para ello, a restaurar la primitiva vida, rústica, señores y señoras; pero vida, fatigosa y más dura que la nuestra, pero vida.
“Como responsable directo de la existencia de los habitantes de este planeta, he de buscar su bienestar por encima de todo y, mientras dure la actual situación, no volveré a firmar un nuevo documento de destrucción...
“¿Cuál destrucción, si ya no quedaba nada?”- Pensó de nuevo para sí.
“Mejor dicho- Estaba serio y mandón- Sí, voy a firmar uno, por el cual se prohibe terminantemente continuar con las obras de mi antiguo palacio, se rellenará de nuevo el hoyo hecho y se dejará todo tal y como estaba, aunque supongo que los árboles ya habrán desaparecido. Tome nota el secretario, redacte el pertinente documento y páselo a la firma en la biblioteca ya que allí le esperaré. ¡Es una orden! ¿Queda claro?
-Es imposible, Majestad, seguir sus desesos en todos sus puntos- Respondió el primer ministro- Los cálculos efectuados no nos permiten volver atrás en nuestro progreso. Lo que sí le agradeceríamos es que nos dijera la fuente de información de donde ha sacado cuanto nos ha dicho.
-Estoy dispuesto a cambio de que paralicen las obras.
Hubo un rapidísimo intercambio de ideas entre los consejeros y cualificados científicos a través del complicadísimo sistema que tenían para conversar unos con otros, por muy a distancia que estuvieran. Sirva de ejemplo que un chino, un mejicano, un sudafricano y un finlandés se estuvieran viendo en nuestro planeta y conversando cual si estuviesen en la misma habitación. O en la terraza de un café en un día de verano; o en la misma mesa echando una partida de naipes. Pues así tenían su sistema de comunicación para hablar entre ellos.
-No podemos, señor- Se le contestó- Incalculables estudios se nos vendrían abajo y ello produciría un retroceso para esos millones de seres con que, como ya hemos explicado a su Majestad, esperamos aumentar la población de Ceboán. Y esto está muy por encima de las veleidades de su Majestad.
-¡No es ningún capricho!- Dijo el soberano iracundo y pegando un fuerte puñetazo sobre la mesa- ¡Es lo único natural que nos queda en el planeta!
-Lo sentimos, señor, pero nuestra ciencia ha de seguir su inexorable caminar hasta que demos con la fuente de la energía absoluta, tan necesaria para nuestro desarrollo tecnológico.
-¡Eso será imposible!- Siguió en su actitud colérica el monarca- ¡Nadie dará con esa fórmula! ¡La fuente de la energía absoluta está en poder de una mente infinitamente superior a la nuestra, señoras y señores!
Y, furibundo como estaba, ordenó que se le condujese a la sala de lectura, dejando atónitos a sus colaboradores por tan extraño proceder y vocablos como “señoras y señores”. ¿De dónde había sacado esos términos tan extraños? ¿De dónde había obtenido tal información si, desde tiempo inmemorial, existía un perfecto equilibrio entre las defunciones y nacimientos; de manera que, previendo las primeras para un año determinado, los tubos de ensayo producían el mismo número de nuevas vidas y se modificaba a centésima de milímetro, si se producía el más pequeño desequilibrio en esta cuestión?
A las averiguaciones de sus asesores contestaban los propios pensamientos del monarca, al tiempo de ser conducido a la biblioteca. En cuyas reflexiones, dotado como estaba para vertiginosos cálculos matemáticos, barajaba él que; teniendo en cuenta que el sesenta por ciento de los mares también estaban ocupados por laboratorios y fábricas, habían empleado unos diez Km. cuadrados de superficie por habitante.
El nuevo palacio, sin ir más lejos, ocupaba ochenta mil metros cuadrados de suelo; más los destinados a las naves reales ya que su esposa disponía de la suya propia, además de todo lo necesario para sus consejeros personales, excepción de lechos por cuanto no dormían.
Lo que no dejaba de espantarle si en aquellos tiempos remotos, cuando sus antepasados triplicaban la población actual y las aguas marinas eran libres de ser navegadas a sus anchas, cohabitaban con muchísimos millones de animales al mismo tiempo; había bosques, las montañas apuntaban al cielo sin otra compañía que su eterna y blanca compañera y aún sobraba terreno para cacerías y esparcimientos deportivos, según él había leído. En consecuencia, era escalofriante el retraso que la tecnología había llevado consigo.
Otro pensamiento sobrecogedor le vino a la mente a consecuencia de estos cálculos. ¿Cómo sobrevivirían sin medios naturales de defensa en caso de un cataclismo, como podía ser un terremoto, o maremoto, no bien calculado, o algo parecido? Dispuesto a estudiar con detenimiento este enigma y ver de encontrar solución, comprendiendo cada vez mejor que Lanza tenía toda la razón del mundo en sus manifestaciones; llegado que hubo a la sala de lectura, ordenó que, de allí a siete u ocho días, nadie le molestase.
Pidió al bibliotecario cuantos libros quedasen por mostrarle y éste fue dándole,  con cierta precaución, otras novelas, un libro de aritmética, titulado "matemáticas superiores"; el que le produjo una sonrisa ya que era parecido al que estudiaban los niños de tres años cuando se iniciaban en ellas; un par más de ejemplares de versos, varios compendios de filosofía y tres que le maravillaron por su belleza, los que trataban de geografía y donde, por primera vez en su vida; pudo ver, aunque tan sólo fuera en dibujo o fotografía, cómo era el planeta según fue creado.
Asi que, todo entusiasmo, exclamó- En verdad, amigo Lanza, que me has favorecido con este regalo ya que libros tan hermosos no los encontraría en los miles de millones esparcidos por los actuales archivos. Así que quiero que te sientes a mi lado y veamos juntos estas maravillas.
 Así lo hicieron, en el puro suelo y, como dos rapazuelos con un juguete, comenzaron a fijar sus ojos en las líneas azules de los ríos, las marrones de las montañas, los puntos que señalaban a las ciudades, villas o pueblos; las costas, golfos, cabos, estrechos, los lagos; las líneas rojas de las carreteras, el contorno de los continentes, que eran tres.
Uno de ellos en forma de gran estómago, otro como una enorme seta cuyo borde casi se adentraba en la media luna del que era un estómago y el tercero, el mayor de los tres, como una inmensa manzana a la que le hubieran mordisqueado por el centro.
Los dos pequeños estaban casi juntos, de forma que el mar que los separaba, más se parecía a un canal que sirviera para regar las tierras de uno y otro lado; y el tercero, por las partes anchas del mismo, llenaba lo que nosotros llamamos polos y, por la parte estrecha, se separaba muchos Km. de sus hermanos.
Páginas adelante de la lectura de ambos, mediante colores, observaron la situación de estados, reinos; repúblicas y cuantas formas tenían en aquellos tiempos para gobernarse. Vieron, asimismo, unas cifras muy llamativas sobre la producción de tal o cual cosa con los dibujos del mentado producto; muy bien, para ellos, diseñados por los hacedores de aquellas maravillas con los consabidos rotuladores. A continuación, venía la densidad de población por regiones, más o menos ricas, según se indicaba en los mapas.
Y, cuando dieron fin a tan sabrosa lectura, sobre un plano actual, comenzaron a señalar que, donde estaba el monte tal, ahora había la nueva fábrica de naves; de las muchas que existían, para que cada habitante tuviera la suya propia para uso personal, o las destinadas a transporte de mercancías, casi tan abundantes como las primeras.
-Y lo que hoy es el polígono ZRP-300-MH-580.354- Decía el monarca riendo de buena gana- Se encontraba este inmenso y hermoso valle.
-Y bajo las fábricas de tal y cual producto- Se apuntaba Lanza- Y ésta y la otra, descansan los restos de lo que fuera una preciosa meseta, la que se hallaba al pie de las montañas que denominaban "montes pizarrosos", convertidos hoy en el sostén de los espejo-imanes que atraen la luz y el calor ultrasensorial del astro para la fundición del metal LZA-301-14-Q-985.001.
Con lo que, esta especie de estudio juego, les proporcionó gratísimas y largas horas de sano placer. Tanto fue así que, cuando el alba siguiente extendió su mirada por el ventanal donde se encontraba el nuevo palacio, viendo el inmenso bosque de edificios que le rodeaban, imaginó el rey que eran descomunales selvas; habitadas todas ellas por gigantescos árboles y por cuyos enramajes pintaba la aurora.
Y ésta, con su blanca mano, realizaba caprichosos dibujos de blanca luz, la que penetraba en las entrañas de las colosales plantas para saludar a las miles de avecillas; de todas las especies que conocía, y ellas correspondían con una sinfonía inigualable de cantos de mil maneras para saludar al nuevo día.
Y el estruendo de las máquinas y gentes trabajando, susurro de alondras y jilgueros. Y de la misma manera que, transportado por su imaginación, hace que el más fiero volcán emane ríos de leche que van mansamente a los pies de quien de ella quiera tomar cuanta le apetezca; había él transformado su planeta en lo que debió ser el principio de la Creación, o al tiempo en que vegetales y animales, incluidos los racionales, se daban la vida unos a otros.
Fue la súbita salida de un oscuro túnel, en que nos encontramos perdidos, hacia un claro donde la luz brilla con fuerza. El repentino trallazo, de la eterna llamada de la naturaleza, que le despertó del profundo sueño de una excesiva sofisticación en su forma de vida. Muy claro vio entonces el monarca que, la desmedida preocupación por la existencia corporal, había aniquilado el verdadero sentido de la vida y la relación del mortal con su Creador.
-¡Quiero ver ese planeta donde existe de verdad lo que aquí son vulgares dibujos!- Manifestó impetuoso, saliendo de sus pensamientos.
-No si, antes, no me vuelve a prometer solemnemente que guardará silencio de todo esto- Respondió impertérrito Lanza.
-¡¡Llévame!!- El monarca exacerbado por los nervios y la emoción de instantes tan transcendentales.
Sudoroso, agarrando a su súbdito por lo que conocemos como solapas, aún insistió casi vociferando- Si cuanto dices es cierto, amigo Lanza, ¡Te prometo que haré volver a este nuestro planeta a su estado primitivo y devolver a mi pueblo la vida que le han quitado! ¡Y, sobre todo, haré comprender la existencia de una eternidad, donde un Dios, Todopoderoso, nos enseñará lo mucho que ignoramos!
-De aquí a dos días saldremos- Prometió el bibliotecario.
-¿Y cómo es?- Lleno de impaciencia el soberano.
-Pues un punto más perdido en el espacio del casi infinito cosmos- Dijo Lanza, muy contento- A unas tres horas, antes de llegar, posee un color azul y, ello, le hace casi imperceptible y confundirse con la bóveda celeste.
Vuelta a llamar borricos a los científicos- Sepa su Majestad que, aunque no lo ignora, desde hace cientos de miles de años, nuestros científicos están convencidos de que no existe vida en dicho planeta. Por tanto, y a mi juicio, es la causa principal de que no lo hayan descubierto, o estudiado a fondo, cosa que no sabe cuánto me alegra. ¡Que se chinchen, los…!
Se tomó un respiro y continuó- Y, ahora, sí que veo a su Majestad como al rey que quiere gobernar y no al alfeñique, dominado por las máquinas computadoras. ¡Lástima que mis muchos años no me permitan ver el renacimiento de la pintura, de la música; de la poesía, de la novela!
Y no pudo decir lo mismo del teatro, por no haber leído obra alguna de este género literario.
-¡Saldremos ahora mismo hacia ese planeta!- Dijo el rey, dominado por una ansiedad desmesurada.
-Deme tiempo, al menos, para recoger algunas cosas que necesitamos para el viaje y nuestra estancia en Zarco- Lanza, suplicante.
-¡De acuerdo, te doy veinte minutos!
Al cabo de los mismos, un poco más para ser exactos, sus pensamientos continuaban fijos en esas ideas; aumentados ahora por la emoción de verse al mando de la nave, la cual arrancó hacia el espacio y surcaba por el mismo como si tuviera, en su inconsciencia, prisa por servir a su señor en aquello que le pedía. Pero también para dar satisfacción al orgulloso de Lanza quien, a duras penas, cabía en el asiento de a lo pavo que viajaba al lado de su rey y dando explicaciones de cuanto aparecía a sus ojos; que era muy poco al parecerse el viaje, en medio de tanta grandeza, al de un carromato tirado por pesados bueyes y en medio de un gran desierto o estepa.
Pero que, con su vivísima imaginación y no menos vivaracha lengua, iba describiendo, cual si a dos palmos de la nave estuviese, aquel o cual planeta, cuando necesitaban de poderosos prismáticos para distinguirlo a tamaño de una nuez y aún exagero; o también especificaba los huecos que, llegada la noche, ocuparían esta o aquella estrella, o constelación, como si en pizarra las marcara con puntero a sus alumnos un sabio profesor.
Lo que producía un gran regocijo al monarca al oírlo perorar de esta manera, aunque hubiera sido más de su agrado cambiar de tema y tocar tierra. Quiero decir, que anhelaba ardientemente entrar en materia relacionada con el viaje y, así, cortando el discurso espacial de Lanza, le preguntó:
-Y en ese hermoso planeta que vamos y que, según tú, tardaremos quince días en llegar...¿Hay pistas de aterrizaje para esta nave? Porque no vaya a ser que lleguemos y, por falta de un espacio tan necesario, hayamos de volver de vacío.
-Pierda cuidado su Majestad en cuanto a eso pues hay para diez mil más como ésta- Lanza eufórico- ¡Y no en pleno picacho al que han descoronado, como hacemos nosotros; sino una tan gran llanura que, a estar sembrada de lentejas, no nos harían falta más para el resto de nuestros días!
-¿Ya vuelves a las tuyas, Lanza del diablo?
-No vuelvo por cuanto aún no he salido  de ellas, señor- Replicó éste- Porque la emoción de probar comida caliente, me tiene el pensamiento suspenso en la alegre sospecha de que he de hallar un campo con esta hermosa legumbre. Ese estofado de lentejas, como así hemos convenido su Majestad y yo antes de salir para nuestro primer experimento, es lo que anhelo. Porque, según la definición de nuestro recetario de cocina, es altamente nutritivo y el más sano de los alimentos, por lo que me olvidaré, y por unas horas, de las aborrecidas pastillas; así como estoy completamente seguro que a vuestra Majestad han de gustarle tanto y han de ser tan beneficiosas, al menos para un servidor, que ya no volveré a meter a boca los malditos embustes con que me han engañado durante tanto tiempo.
-Todo se andará, amigo Lanza- Respondió el rey, satisfecho de compañero tan leal- Y, si yo no tuviera la mente ocupada en cosas de más importancia para la regeneración de mi pueblo hasta devolverle a su estado natural, a buen seguro que andaría a medias contigo en cómo cocer, o guisar, como así creo que se llama, esas lentejas que tantos quebraderos de cabeza te traen.
-Aderezar es la palabra correcta, Majestad- Quiso corregir  Lanza.
-Pienso, amigo, que aderezar se refiere más exactamente a los preparados fríos y postres, pues no llevan caldos. Más aún que, como las lentejas han de llevar su verdura, morcilla; aceite, sal y un tanto de patata para darle sabor sin que las venzan por cantidad, debe usarse la palabra cocer o guisar...
“Veas, si no, querido Lanza: preparas un buen tasajo de tocino manchado, lo asas al fuego y lo aderezas en una fuente con picadura de ajo y perejil. Todo ello bajo la custodia de unos huevos fritos, los que han de ser tantos como sean necesarios para rodear bien los tasajos, pero de tal de forma que no puedan escapar por parte alguna, salvo hacia las nubes. ¿Y qué hay alli? ¡Pues tu boca, con su cielo, para premiar con la gloria a tan bendito plato!

lunes, 2 de febrero de 2015

LA CASONA

 . Novela donde se narra cierto misterio relacionado con un edificio donde, según los más viejos de un barrio, sito en la capital del Ebro en Aragón, se cocía el pan para ayudar a los que resistieron en los famosos Sitios de Zaragoza durante la invasión napoleónica, o Guerra de la Independencia. 20 capítulos y 176 folios.

REETÓGENE

 Novela breve y destinada principalmente a los adolescente

viernes, 2 de enero de 2015

POLITICA-NEGOCIOS

Jorge tiene que elegir entre su vocación hacia el mundo de la empresa, o hacia la política, bien empujado por familiares y amigos. A él le gustaría ocupar ese alto cargo al que le citan sus allegados, comenzando por su propia esposa, pero…según un psiquiatra, amigo suyo para más INRI, padece de una muy extraña enfermedad;
                 CÉFALO-POLITICO-APATÍA-CONGÉNITA.
          Dividida en dos partes, en la primera, con lenguaje epistolar, mordaz y burlesco; le escribe a Quity, esposa del juez que le metió en prisión. 20 cartas.